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¿POR QUÉ SE TEME A LOS HOMOSEXUALES?

¿POR QUÉ SE TEME A LOS HOMOSEXUALES? Ahora que en España, con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero encabezando el gobierno, se está planteando seriamente la posibilidad de aprobar una ley que permita a las parejas homosexuales contraer matrimonio y adoptar hijos, me ha venido a la cabeza el caso de aquella jueza chilena que decidió luchar por mantener la custodia de sus hijas mientras convivía con su pareja, lesbiana como ella. Una sentencia se las arrebató de su lado y dio la razón y la custodia a su ex marido, quien se arrogaba la exclusividad para dar y preservar la estabilidad emocional de las niñas, con quienes se marchó a vivir lejos de su madre, al sur del país.

Si bien el hecho de que sea un padre el que tenga la tuición de las menores no es en absoluto algo reprochable, sí me parece insólito que un hombre que conoce lo suficiente a la mujer con la que ha estado casado, a quien no ha cuestionado como madre mientras mantenían el vínculo matrimonial, sí lo haga una vez que ésta asume su homosexualidad y rehace su vida con una persona del mismo sexo.

Pero más allá de que probablemente el rencor primó en esta iniciativa del padre, y de que la Justicia puso entre la espada y la pared a la jueza al indicarle que debía elegir entre su vida en pareja y convivir con sus hijas (¿son exlcuyentes ambos sentimientos?), finalmente se condenó a una madre con plenas capacidades para desempeñar dicho rol, pero también cayó esa condena sobre las pequeñas, que deben vivir lejos de su progenitora, como si la mujer que les dio la vida y las ha criado fuera motivo de vergüenza o de peligro.

Estos hechos plantean algunas interrogantes: ¿pueden los homosexuales casarse y hacerse cargo de la crianza de sus hijos, tanto si son fruto de una relación anterior como si son adoptados? ¿a qué temen los detractores del matrimonio homosexual y de la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo? ¿Qué riesgos corren los niños cuyos padres son homosexuales?

En primer lugar, creo que todos en algún momento en la vida hemos sentido o sentiremos ese instinto maternal o paternal que nos incita a cuidar de nuestros "cachorros", de criarlos y darles todo el amor y las posibilidades para que le vaya bien en la vida. Dicho sentimiento es intrínseco del ser humano y no se anula según la tendencia sexual que tenga cada individuo. Está ahí y se desarrolla independientemente de si una persona es hetero y homosexual. Impedir a una persona ser padre o madre si está en plenas facultades para acometer esta tarea teniendo como argumento su condición sexual atenta no sólo contra las garantías de igualdad de todas las personas, pero también atenta contra la naturaleza, a la que tanto aluden los detractores.

Pero, ¿de donde viene el miedo? Hay que admitir que diversos sectores de poder (Iglesia, en ocasiones medios de comunicación, partidos políticos, sociedad civil,…) se han encargado de seguir difundiendo la imagen de los homosexuales como enfermos, “raritos”, depravados, pederastas, desquiciados e irresponsables a los que sólo les importa la fiesta, la promiscuidad, etc. Y la caricatura prejuiciosa siempre es un instrumento fácil para poder clasificar y ordenar el caótico mundo que nos rodea, y sobre todo ayuda a entender superficialmente aquello que nos parece desconocido o misterioso. Para muchos, la homosexualidad lo es.

Las condiciones en las que se desarrolla un niño adoptado por padres del mismo sexo no tienen que ser negativas para él. Siempre cabe la posibilidad de que las cosas no sigan el cauce que deberían, pero esa situación también se puede dar con padres heterosexuales y ya se preocupan suficientemente los expertos que gestionan las adopciones de verificar que las personas que estén al cuidado de un menor cuenten con la responsabilidad, estabilidad y medios para ofrecerles afecto y las mejores perspectivas de futuro.

El desconocimiento de sus raíces es un problema que se ha planteado siempre en los casos de adopción por parte de parejas heterosexuales y debiera ocurrir lo mismo con parejas homosexuales. Por otro lado, la carencia que le podría producir a un niño en no contar con un progenitor de un sexo distinto no es algo nuevo en nuestra sociedad, pues desde la aparición del ser humano en este planeta se han dado casos de hijos de madres solteras o de padres viudos que se han criado como cualquier otro niño y han sido personas que han cumplido con su ciclo en la vida como todos los demás. Lo verdaderamente importante es que a los niños se les críe con amor y responsabilidad, con las ganas y el instinto que les nace a los padres y madres que desean un hijo.

Tal vez todos estos prejuicios terminarían si cada uno de nosotros se relacionase abiertamente con personas homosexuales y comprobásemos que se trata de seres humanos como cualquier otro, con su lado positivo y negativo, como cualquier heterosexual. Y quién sabe, tal vez ya tenemos a alguien dentro de nuestra familia o de nuestro círculo de amistades que es gay o lesbiana y no nos hemos percatado porque estamos más preocupados de ridiculizar o demonizar al otro. ¿Seremos finalmente nosotros tan “normales” como pensamos?

Ilier Navarro

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